Y… ¿Qué hago ahora?
Y llegó un día, que así por las buenas, ya no eras deportista y te das cuenta de que había cosas por hacer. Y a veces, todo parece imposible,….hasta que se hace. Mandela no dejaba de repetir este mantra. Y para un deportista que debe afrontar el resto de su vida profesional, cuando se retira o incluso desde antes, debe seguir un plan y este empieza por algunos conceptos que no debe olvidar. (Apúntalos en tu diario):
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- No te obsesiones con buscar algo que llene el hueco del deporte. Lleva su proceso.
- Donde te encuentres con la realidad de una situación de debilidad laboral, debes ver un gran desafío.
- ¿Qué herramientas guardas dentro para ofrecer al mundo laboral? Hasta qué punto te ves capaz de buscar alternativas laborales afines a tus fortalezas.
- Has pensado alguna vez en transformar hobbies en oportunidades laborales
- ¿A cuánta gente conoces? Trabaja una red de contactos que nos ayuden a facilitar la transición
- Crecimiento personal constante, formación continua. Nunca dejes de creer.
- Busca, compara y… descubre la importancia de un buen mentor.
¿Alguna vez te han resonado estas frases en la cabeza? “No voy a volver a ser deportista profesional nunca más”, y “no hay nada que me vaya a ilusionar tanto profesionalmente como lo ha hecho el deporte”. Estas dos frases suelen ser compartidas por la mayoría de los deportistas una vez se retiran. La primera por ser una verdad irrefutable, y la segunda por ser una premonición, que puede cumplirse o no, depende de la actitud o de cómo se lo plantee el deportista. Sería interesante hacer un ejercicio de aceptación de ambas premisas por parte del deportista, aunque sea difícil. Aceptar ambas cosas no es tarea fácil.
Los deportistas en su mayoría aman lo que hacen y el estilo de vida que llevan, y retirarse supone abandonarlo para siempre, una jubilación anticipada, un cambio de vida radical, se pierde el sentido vital en lo que a la profesión se refiere, y esto nos es fácil de reemplazar pese a que al exdeportista le queda una larga vida profesional por delante.
La identidad del deportista suele estar muy ligada a su deporte, y en cierta medida es normal porque desde muy pequeño ha vivido en una burbuja, o en una jaula de oro. Esto es así porque su foco no eran los estudios, ni salir con sus amigos tanto como le hubiera gustado, su única obsesión era el deporte, no puede ser de otra manera, es el único camino para destacar en una profesión con la que la gran mayoría de los chicos han soñado alguna vez.
A medida que el joven deportista va progresando su “burbuja de cristal” se va acrecentando, todo el mundo le habla de sus logros, de su gran talento, lo que le hace destacarse de los demás y le refuerza su “confianza”, el deporte se convierte en un pilar, algo en lo que destaca, le hace sentir especial. Retirarse supone romper esa “burbuja” y salir al mundo real, ese mundo profesional que no se ha congelado desde nuestra juventud sino que ha avanzado a gran velocidad y en el que el deportista se siente un extraño desaventajado. La pregunta, ¿y ahora qué? resuena como un elefante en una pequeña habitación, en la cabeza del deportista. Y lo peor de todo para el deportista es que sabe que no es una sensación ilusoria, es una realidad. En este punto podemos afirmar que en muchas ocasiones, nos encontramos ante un grave problema de reinserción laboral, que lamentablemente en más ocasiones de las que todos deseamos, tiene desenlaces traumáticos.
Me gustaría compartiros lo que siente un deportista ante este cambio brutal, poneros en su piel por un momento. De la noche a la mañana ya no es talentoso sino patoso, ya no tiene esa confianza que le aportaba llevar su equipación, su uniforme, y ha perdido el sentimiento de pertenencia, con lo bien que se encontraba en su añorada burbuja de cristal !!
De repente aparece ese sentimiento de culpabilidad inevitable sobre el tiempo que podría haber empleado en formarse mientras que practicaba el deporte, eso probablemente hubiera acortado o facilitado la reinserción laboral o su reinvención profesional, pero no habría suplido la falta de experiencia que tiene un jugador retirado con treinta y tantos años respecto a otra persona que lleva años desempeñando esa labor, sea cual sea. Las puertas de muchos puestos de trabajo estarán cerradas por esta causa, y eso limita el abanico de posibilidades laborales.
Y hasta aquí hemos analizado la situación del deportista retirado, pero y ¿qué puede hacer? Es evidente que aceptar las dos primeras preguntas que hemos planteado en este artículo le pueden ayudar a evitar muchos quebraderos de cabeza a la hora de buscar o plantearse otros retos profesionales. La relatividad del tiempo, y no nos meteremos en física tranquilos, nos permite darnos cuenta que con treinta y tantos años nos queda una vida de oportunidades por delante, somos todavía jóvenes para formarnos en lo que deseemos y tener una segunda oportunidad laboral o para emprender nuestra propia aventura, en plan libro de los 80-90. Lo que debemos tener claro es que seguro que puede ser suficientemente satisfactoria, tal vez no tan emocionante como la anterior, o a lo mejor incluso más, quién sabe?
Por lo tanto, ¿qué podemos hacer? Bueno, pues en primer lugar podríamos probar a:
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- Empezar a formarnos o seguir formándose, la educación debe ser algo constante, y nunca es tarde para empezar. Recordemos al gran Henry Ford: “Cualquier persona que deja de aprender es vieja, ya sea a los veinte u ochenta. Cualquier persona que sigue aprendiendo se mantiene joven. La cosa más grande en la vida es mantener la mente joven”.
Es fundamental ampliar la perspectiva que se presenta nada más retirarse y tener una actitud positiva en lo que se refiere al futuro profesional, porque realmente está en nuestras manos, y más en los tiempos que vivimos, en los que el cambio de paradigma laboral, los cambios en los trabajos por los avances tecnológicos la flexibilidad, nos aportan una ventaja, en cuanto a dónde y cómo trabajar.
Por lo tanto, ¿qué más podemos hacer?. Y sí te lanzas y decides:
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- Sumarte a la fuerte corriente de emprendimiento que se ha generado por las recientes crisis económicas. Un deportista es un emprendedor en potencia, solo requiere algo de formación específica y rodearse de un buen equipo. “El mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años. El segundo mejor momento es ahora” (proverbio chino). Tú puedes elegir.
Pero no creas, seguimos apostando por una actitud positiva respecto al futuro profesional del deportista. Por tanto, una vez más, ¿qué más podemos hacer? Planteate:
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- Aprovechar los cambios que se están dando a nivel laboral: vivimos una época en la que todos debemos adaptarnos constantemente. Aquí el gran Timothy Ferris nos dice: “Normalmente, lo que nos da más miedo hacer es lo que más necesitamos hacer”.
Los deportistas tienen gran capacidad de sacrificio, adaptación, responsabilidad y pueden trabajar bien en equipo, estos son valores esenciales para cualquier empresa, algo que valoran mucho los responsables de recursos humanos. El deporte nos enseña muchas cosas y debemos ser justos con nosotros mismos, poner en valor este aprendizaje, ya que no hay mejor base para presentarse a un trabajo con unos valores fuertes y bien arraigados. Y ¡cuidado!, que esto no es hablar por hablar, el deportista los ha practicado día a día.
Y ahora viene lo importante de verdad. Un deportista tiene un bagaje, tiene una manera de cumplir con su compromiso, por lo tanto, afrontemos con actitud los cambios en nuestra vida, y para ello confiemos y:
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- Pongamos en valor nuestra experiencia y nuestros valores, eso nos llevará lejos. el inigualable Winston Churchill decía: “Nunca te rindas, nunca, nunca, nunca, en nada, sea grande o pequeño, valioso o insignificante”-
Y en este punto, creemos que hay una cosa que nos puede dar esa chispa, ese toque que nos permite ver esta nueva situación como un reto, que además queremos vivir. Amigos, hay que relacionarse fuera del deporte, dentro del deporte y en el espacio exterior si hace falta. Ver que hay ahí fuera, y hacerlo con respeto pero apartando al miedo. Relaciones, relaciones y más relaciones… es hora de preocuparse de los demás, y por supuesto de uno mismo.
Una vez retirado el deportista debe perder su visión egocéntrica y darse cuenta que hay vida más allá del deporte. Ahora le toca preocuparse de la vida profesional de los demás, cosa que muy probablemente no ha hecho hasta ahora. Esto parece un poco contradictorio, estando en un momento que queremos que se preocupen de nosotros. Bueno, ¿y quién dijo que fuera fácil? Esto no solamente abrirá los ojos del deportista, a un mundo nuevo de posibilidades laborales, sino que ayudará a generar una red que puede ofrecernos apoyo en cualquier momento. Recuerda que esta idea, aquí expuesta, al igual que muchas otras que pueden ser útiles al deportista, como a cualquier otra persona, se narran en el clásico de Dale Carnegie “Cómo hacer amigos e influir sobre las personas”.